jueves, 30 de enero de 2014

EL SUEÑO DE LOS NUEVE AÑOS


El SUEÑO DE LOS 9 AÑOS  DE DON BOSCO

“A los nueve años tuve un sueño, que me quedó profundamente grabado en la mente para toda la vida”. En el sueño me pareció estar junto a mi casa, en un paraje bastante espacioso, donde había reunida una muchedumbre de chiquillos en pleno juego. Unos reían, otros jugaban, muchos blasfemaban. Al oír las blasfemias, me metí en medio de ellos, para hacerlos callar a puñetazos e insultos.

     En aquel momento apareció un Hombre muy respetable, noblemente vestido. Su rostro era tan luminoso que no se podía fijar en él la mirada. Me llamó por mi nombre y me dijo:

     -No con golpes, si no con la mansedumbre y la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte, pues ahora mismo a enseñarles la fealdad del pecado y la hermosura de la virtud.

      Aturdido y espantado, dije que yo era un pobre muchacho e ignorante.

      En aquel momento, los muchachos cesaron en sus riñas y blasfemias y rodearon al que hablaba. Sin saber casi lo que me decía, añadí:

-       ¿Quién sois vos para mandarme estos imposibles?

-       Precisamente porque esto te parece imposible, debes convertirlo en posible con la obediencia y la adquisición de la ciencia.

-       ¿Cómo podré adquirir la ciencia?

Yo te daré la maestra, bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio.

-       Pero ¿quién sois vos?

-       Yo soy el Hijo de Aquella, a quien tu madre te acostumbró a saludar tres veces al día. Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.

En aquel momento vi., junto a El, una señora de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía como el sol. Viéndome cada vez más desconcentrado, me indicó que me acercarse a Ella, y tomándome bondadosamente de la mano:

-       ¡Mira! – me dijo. Al mirar de di cuenta de que aquellos muchachos habían escapado, y vi en su lugar una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y varios otros animales.

-       He aquí tu campo, he aquí en donde debes trabajar. Hazte humilde, fuerte y robusto, y lo que veas que ocurre en estos momentos con estos animales, lo deberás tú hacer con mis hijos.

Volví entonces la mirada, y, en vez de los animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderillos que, haciendo fiesta al Hombre y la Señora, seguían saltando y bailando a su alrededor.

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