jueves, 30 de enero de 2014

MAMÁ MARGARITA


Mama Margarita

Margarita Occhiena nace en  Capriglio, Italia el 1 de abril de 1788. El mismo día fue bautizada en la iglesia parroquial. Amable y hermosa, joven e ingeniosa, Margarita Occhiena había sido solicitada como esposa por varios jóvenes, en aquellos tiempos en los que se acostumbraba casarse siendo jovencísimos. Pero sólo después de cumplir los veintitrés, en 1812, dio su conformidad a Francisco Bosco, campesino que prestaba sus servicios en casa de un vecino acomodado. Había quedado viudo con un hijo, Antonio, y se le había muerto la primera hija, Teresa. Entró en una casa en la que ya había entrado el dolor, y donde su primer trabajo fue abrazar y consolar a un huérfano.  Aquel huérfano le causaría muchas amarguras y disgustos. Será una pesada cruz con la que cargar, y sin embargo sabrá educarlo con firmeza y amor, hasta hacer de él un hombre honrado.

Francisco muere el 12 de mayo de 1817, a los 33 años, después de cinco años de matrimonio con Margarita a causa de una pulmonía. Margarita se convierte en una viuda de 29 años con 4 personas a su cargo: Antonio (9 años), José Luis y Juan Melchor , de cuatro y dos años, y la suegra,Margarita Zucca de 65 años, minusválida.  Margarita había sido golpeada por una tremenda desgracia.  Había aceptado la voluntad de Dios, pero desde ese momento su vida se llenó de muchas y pesadas cargas que sobrellevar: gobernar la casa, llevar adelante los campos, cavar la viña. Pero no se olvidó de ser, ante todo, la madre de sus niños. Lo revela la última palabra de la pequeña narración salida de la boca de Don Bosco: sonriendo. 

Una familia humilde, en los límites de la pobreza. Saldrán adelante con mucho trabajo, esfuerzo de todos y sentido de Dios siempre.  Una madre siempre tensa por la fatiga, las responsabilidades, habría hecho de sus hijos unos ansiosos. Margarita, sonriendo, les enseñó a dar gracias, a cumplir sus deberes. Y los deberes eran duros para todos, en aquellos tiempos: tiempos de carestías, de pestes, de verdadera hambre, tiempos en los que era necesario hacer a pie 19 kilómetros para ir a la escuela, y los niños de ocho anos tenían que trabajar para ganarse el pan.  La viuda Margarita Bosco, sin embargo, nunca consideró como tiempo perdido el que se quitaba del trabajo para entregarlo a Dios. Ya que el párroco vivía lejos, ella misma enseñó el catecismo a Juan, y lo preparó para la primera comunión. Y con los hechos le enseñó a encontrar al Señor en los enfermos, en los pobres.

Mujer fuerte, de ideas claras. Decidida en sus opciones, observaba un estilo de vida sencillo y hasta severo. Se mostraba, sin embargo, amable y razonable en cuanto se refería a la educación cristiana de sus hijos. Educó a tres chicos de temperamento muy diferente sin mortificar jamás al ninguno de ellos ni intentar igualarlos a los tres.  Más de una vez se vio obligada a tomar decisiones extremas (tal como tener que mandar fuera de casa al más pequeño a fin de preservar la paz en casa y ofrecerle la posibilidad de estudiar); con gran fe, sabiduría y valentía, miraba de comprender la inclinación de cada hijo, ayudándoles a crecer en generosidad y en con un cariño especial acompañó a su hijo Juan en su camino hacia el sacerdocio. 

En la capilla del Arzobispado, Juanito Bosco, por la imposición de manos del obispo Luis Fransoni, se transforma en el sacerdote “Don Bosco”. En la tarde de la primera Misa en su puebloMamá Margarita, a solas con su hijo, le hace algunas recomendaciones:

"Ya eres sacerdote, estás más cerca de Jesús. Yo no he leído tus libros, pero recuerda que comenzar a decir Misa quiere decir comenzar a sufrir. No te darás cuenta enseguida, pero poco a poco verás que tu madre te ha dicho la verdad. De ahora en adelante piensa solamente en la salvación de las almas y no te preocupes por mí."

Fue a sus 58 años, cuando abandonó su casita del Colle y le siguió en su misión entre los muchachos pobres y abandonados de Turín (1848). Aquí, durante diez años, madre e hijo unieron sus vidas con los inicios del Trabajo Salesiano. Ella fue la primera y principal cooperadora de Don Bosco y, con su amabilidad hecha vida, aportó su presencia maternal al Sistema Preventivo. Fue así como, aún sin saberlo, llegó a ser la "cofundadora" de la Familia Salesiana, capaz de formar a tantos santos, como Domingo Savio y el P. Miguel Rua.spíritu emprendedor.

La pobreza no fue para ella una humillación. Fue una luz que le ayudó a ver las cosas claras. Tras fatigas y dificultades, Margarita le dice a don Bosco: "Sigue tu camino sin mirar a la cara a nadie. Lo importante es hacer la voluntad del Señor. De ti, yo no deseo nada, no espero nada. He nacido pobre, he vivido pobre, y quiero morir pobre. Aún más, te lo quiero decir enseguida: si por desgracia llegas a ser un cura rico, no pondré nunca mis pies en tu casa".

Don Bosco no olvidó nunca aquellas palabras. En medio de sacerdotes de vida desahogada, fue cura pobre y cura de los pobres. Y en el año 1846, en el momento de abrir su primera obra para los muchachos abandonados, pudo decir a su madre: "Un día me dijo que si llegaba a ser rico no vendría nunca a mi casa. Ahora, por el contrario, soy pobre, y pronto voy a hospedar muchachos abandonados. ¿Por qué no se viene a estar conmigo?".

En otoño de 1846. Mamá Margarita tiene 58 años. Don Bosco 31. Acaba de recuperarse en I Becchi del agotamiento, que casi le lleva a la tumba, de comenzar Valdocco.  Don Bosco tiene necesidad de una persona de confianza que viva junto a él en Valdocco, que lo ayude, que lo aconseje. ¿Quién mejor que su madre?. Margarita tenía cincuenta y ocho años, y era abuela de nueve nietecitos que la adoraban. En su casa se sentía como una reina.  Es conocida por todos, está tranquila en su tierra, con sus nietos, en las costumbres de la vida campesina. Pero ante la inquietud de su hijo, la respuesta a la pregunta del hijo no se hace esperar:

 "Si te parece que esto agrada al Señor, yo estoy preparada para ir enseguida".

Tomó su canasta, puso algo de ropa y algunos objetos. Don Bosco tomó su breviario, un misal y otros libros. Y partieron enseguida para Turín. El 3 de noviembre de 1846 llegaron a Valdocco, donde inician su misión entre los jóvenes. Años después un Coadjutor Salesiano, Pedro Enria, recuerda a Don Bosco:

"¿Se acuerda cuando por la noche estábamos en la cama? ¡Ud. y su madre nos arreglaban los pantalones y la camisa gastados, porque teníamos solo eso!"

En noviembre de 1846 llegó a la pobrísima casa de Valdocco, a la barahunda de los "pilluelos" del Oratorio. Y ya no salió de él. Fue su sacrificio mayor, el más doloroso. Pero Dios la llamaba a ser la madre de los huérfanos, y ella silenciosamente acepto.

Era analfabeta pero estaba llena de aquella sabiduría que viene de lo alto, ayudando,de este modo, a tantos niños de la calle, hijos de nadie. Para ella Dios era lo primero, así consumió su vida en el servicio de Dios, en la pobreza, la oración y el sacrificio.   La vida de los primeros muchachos recogidos por Don Bosco y por su madre es muy pobre, como la de todos. A la hora de la comida, se amontonan, agitando una escudilla o un pucherito, alrededor del caldero de mamá Margarita. Cada uno recibe un cucharón de arroz y patatas o más frecuentemente, de polenta hervida con castañas secas. Además de la comida, uno de los problemas más importantes es la higiene personal. Mamá Margarita monta un lavadero. Había muchachos, recordaba Don Bosco "cuyos pantalones y chaqueta eran unos andrajos. Los había que no podían cambiarse nunca aquel andrajo de camisa que llevaban encima; estaban tan sucios que ningún amo los quería coger para trabajar en su taller".

Cuando los muchachos se habían acostado, Margarita consideraba obligación suya el "tomar aquellas chaquetas, aquellos pantalones repugnantes, arreglarlos; tomar aquellas camisas ya todas rotas y quizás nunca lavadas; lavarlas, remendarlas y entregarlas de nuevo a los pobres muchachos".

 A Margarita la llamaban "mamá" los muchachos, y lo era realmente. Madre del Oratorio y de todos aquellos muchachos que buscaban en ella un suplemento de pan y de afecto. A un muchachito que va a sentarse a su lado, y llora por los desaires que le hacen sus compañeros de trabajo, le da un racimito de uvas y le añade la sentencia: "En ningún país se está tan mal como en este mundo". Cuando ha reñido a un muchacho que ha convertido un libro en una pelota para jugar, y lo ve todo avergonzado, murmura: "Después de la herida se necesita el aceite". Y saca del bolsillo del delantal una manzana, y se la ofrece.

Un muchachito está pasando un momento difícil. Está agresivo, indisciplinado. Margarita lo llama a la cocina en la que, cuando no trabaja en los hornillos, remienda los pantalones y camisas. Lo hace sentarse, y sin levantar la voz, le dice: "¿Por qué te has vuelto así? ¿No te das cuenta de qué te estás haciendo malo? Y yo sé el porqué: ya no rezas. Si Dios no te ayuda, ¿qué vas a conseguir de bueno? Venga, cómete esta manzana, y piensa en lo que te he dicho".

Razón, religión, amabilidad: los tres valores que forman el sistema educativo salesiano, Don Bosco los ha aprendido de su madre. La gran Obra Salesiana fue acunada sobre las rodillas de mama Margarita. Si existe la santidad del éxtasis y de las visiones, existe también la de las ollas que limpiar, la de los pantalones que remendar, la de los muchachos que hay que sacar adelante a base de polenta y de amor. Mamá Margarita fue una santa de esta clase.

1846-1856. Diez años en el alboroto permanente de centenares de voces que gritan, cantan, discuten. Ella que tanto amaba el silencio y la paz del campo, encuentra de vez en cuando el silencio en la iglesia de san Francisco, donde se agarra al rosario para tomar la fuerza de seguir, de no quejarse.

Un día ve a su hijo que multiplica las castañas, los bollos de pan, y los muchachos le aplauden. Ella los ha multiplicado durante diez años, y a ninguno se le ha ocurrido nunca aplaudirla. Las madres hacen tantos milagros que si nos pusiéramos a aplaudir no terminaríamos nunca.

El 25 de noviembre de 1856  se va. Una pulmonía pone fin a sus sesenta y ocho años gastados por el mucho trabajo, y Dios la llama. En el gran Turín, pendiente de la segunda guerra de Crimea y la segunda guerra de la independencia, nadie se da cuenta. Pero en el Oratorio, ocupado por centenares de muchachos, la vida parece pararse. Porque los jóvenes se dan cuenta siempre que viene a faltar uno que los ha querido bien. Y sienten que hay necesidad, una gran necesidad de un Paraíso, en el que no mueran nunca estas personas.  Murió a los 68 años de edad, en Turín, un 26 de noviembre. Una multitud de muchachos que lloraban por ella como por una madre, acompañó sus restos al cementerio.

Como el proceso de beatificación ycanonización está ya muy avanzado, habiendo sido declarada sierva de Dios, la vida de Margarita Occhiena ha sido bien investigada y están apareciendo biografías bien documentadas en el mercado.  Debe mucho a Margarita Occhiena, su madre. Le enseñó el Sistema Preventivo: razón, religión y cariño, extendido hoy por todo el mundo.  Cada 25 de noviembre, la familia salesiana recuerda a “mamá Margarita” El día 15 de noviembre del año 2006, fue nombrada venerable por la Iglesia, estando así más cerca de alcanzar la canonización.

 

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